viernes, 25 de septiembre de 2009

Un Grito de Esperanza

“Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.” Filipenses 2:1-2


Nuestra vida está rodeada de calamidades, pruebas, luchas, tristezas y muchas cosas que no quisiéramos que formaran parte de nuestra realidad. Sin embargo, también la vida tiene muchas cosas, a mi entender más, que son positivas. La realidad es que todos nos hemos visto tentados a caer en la queja viciosa y la negatividad; a resaltar las cosas oscuras que ocurren. La palabra crisis ha sido en los últimos días como una droga a la cual muchos se han hecho viciosos, como excusa para acallar sus miedos. Tenemos que aprender a enfocar nuestras dificultades de una manera positiva. Albert Einstein decía:


“Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno... Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”


La palabra nos dice que nuestra fuerza debe estar concentrada en la tragedia. En el primer capítulo de Filipenses Pablo le explica a sus lectores que no se concentren en las vicisitudes que él está pasando. Nosotros no podemos rendirnos ante la tentación del desánimo. Pablo, en vez de exhortarles a la queja, les exhorta a unirse. La unidad es la respuesta.


La respuesta a los problemas colectivos es la unidad. Dios nos hace un llamado de unidad. Ante las malas noticias que se presentan en nuestro panorama puertorriqueño: unidad. Ante las injusticias: amor. Ante lo que no entendemos: esperanza.


Seamos la luz que nuestro país necesita. No nos hagamos eco de las malas noticias que ya sobran. Eso no construye. Filipenses 2:4 nos dice “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. Eso significa ser revolucionario; sí, en nuestros días preocuparse por todos es ser un revolucionario. Amemos, no sólo a los que entendemos, seamos representantes del amor de Dios con aquellos que no entendemos, con los que nos parecen malos u opositores. Esa revolución, la del amor y la esperanza es la que necesitamos. Procuremos la paz, no paz como tranquilidad, sino como justicia social, amor y tolerancia.


Hace dos días se conmemoraba el Grito de Lares. Yo quiero levantar un Grito de Esperanza: un grito que conduzca a la gente a los pies de Cristo. Un Grito de Esperanza: que la gente vea en nosotros la luz en la oscuridad. Un Grito de Esperanza: que la gente entienda con nuestro testimonio que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. (Rom. 8:18)


Por nuestro país, gritemos. Por nuestros hijos, gritemos. En el nombre de Jesús gritemos. Seamos los profetas de nuestra tierra y no los agoreros del desastre.

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