domingo, 16 de mayo de 2010

Carta Abierta a líderes y pastores de mi país

Bendiciones. La vida de los países se compone de procesos: el devenir histórico provee espacios en los cuales los países despuntan y prosperan en ciertos aspectos o decaen y tocan fondo. En medio de esos procesos se levantan, para bien o para mal, diversos personajes que en busca de adelantar algunas ideologías o luchas, logran captar la atención de las masas y quedan plasmados como parte de ese proceso o momento histórico. Debajo o al lado de esos personajes se posicionan instituciones, organizaciones o movimientos, principalmente ideológicos, que dan balance, fuerza o solidez a las luchas que impulsan aquellos personajes.

Sin lugar a dudas la Iglesia en Puerto Rico ha tenido su lugar de gran importancia en la Historia del país, y ha logrado marcar momentos con instituciones y personajes que todos hemos conocido. Las iglesias que llegaron a la Isla en el siglo XIX lograron ser parte de un proceso político que trastocaba el país. Mientras la milicia norteamericana tomaba posesión de las plazas, la iglesia lograba accesar lugares insospechados en la difícil topografía isleña, y de esta manera llegaban a llenar un espacio que había dejado vacío la oficialidad política y eclesiástica de ese entonces. De la misma manera el movimiento pentecostal logró calar en las clases pobres y marginadas de la primera mitad de siglo XX, dándole esperanza y una nueva forma de ver la vida a los obreros oprimidos y las personas sin educación.

Hemos tenido personas de gran renombre que han logrado hacer que nuestras causas se vean más claras ante el mundo y que han llegado a través de sus mensajes, voz profética y milagros a miles de personas. Estos líderes siembran en el pueblo cristiano la confianza de que tienen una voz latente en medio de los tiempos.

Sin embargo, esos tiempos pasaron, y nuestros tiempos nos reclaman a nosotros. Nuestra realidad nos grita día a día cada vez que abrimos un periódico, escuchamos o vemos noticias, cada vez que nos enteramos de algún desastre o cuando le damos dinero a un deambulante. Gracias a Dios nuestras iglesias no están muertas, ni son edificios vacíos. Las Iglesias en Puerto Rico son voces fuertes que ejercen una labor que pocos están dispuestos a realizar; las iglesias cargan sobre sus hombros responsabilidades sociales que otros sectores no quieren asumir. Testimonio de estas responsabilidades pueden dar los deambulantes que son alimentados en las plazas, las familias que reciben consejería en oficinas pastorales, las familias que reciben una compra en el momento que más lo necesitan, los presos y enfermos que son visitados, y si siguiéramos mencionando nos quedaríamos sin espacio.

No obstante, creo que nos falta camino por recorrer. Nuestro país tiene los síntomas de una sociedad que convulsa. Muchos jóvenes tienen una espectativa de vida de 23 años si tienen suerte. Nuestra economía sufre los embates de una recesión mundial. La educación pública ha perdido a muchos, siendo la estadística de deserción escolar de más de cuarenta por ciento. Sufrimos de casi 900 asesinatos por año. Mientras los valores familiares van en deterioro, organizaciones a favor de versiones distorsionadas de familia toman auge a nivel mediático. Tenemos una clase política que se ha ido desprestigiando por causa de la corrupción y la inconsistencia de sus posturas. Ciertamente son muchas las malas características que permean nuestra difícil realidad: no podemos tapar el cielo con la mano.

Como estudioso de la Historia de Puerto Rico no me parece que este sea un momento más, un periodo igual a los demás. Creo firmemente que este es un momento histórico de particular importancia, uno de esos momentos donde los países se definen y marcan su historia decisivamente. De la misma manera creo que es momento de que la Iglesia decida tomar una acción sin precedentes como lo demandan los tiempos. Situaciones recientes como el conflicto universitario, nos insta a decir presente. En un conflicto de tan alta temperatura, necesitamos tomar una postura. Creo que nuestro llamado no es necesariamente a estar de un lado o del otro sino a ser pacificadores, la Iglesia puede convertirse en el canal que ayude a apaciguar las macanas de los policías y los insultos de los manifestantes. Miremos las cosas con los ojos de la sabiduría y la calma y marquemos el rumbo de la Paz.

Pero nuestra reacción ante los eventos no debiera ser sólo momentánea, ni reaccionaria. Debemos estar preparados y ser proactivos. Debemos estar preparados para estar presente en todo momento. No debemos limitarnos al problema familiar o a los casos que la prensa ventile más. Debemos ser una voz que proponga soluciones en materia económica, salud, educación, seguridad, y de todos los temas que así nuestra sociedad amerite. Soluciones que provengan de la oración y el pensamiento ponderado e inteligente. Soluciones que hablen de un pueblo cristiano que se interesa por la gente en todos los aspectos. Eso sería un plan envangelístico innovador. Necesitamos trascender para evangelizar a nuestro país de manera concertada, estratégica, inteligente y sobre todo, dirigida por Dios. Mientras nos limitemos a un solo tema, será más difícil presentarnos como un ente que prentende ser parte de la sociedad.

Recientemente el proyecto evangelístico de la Asociación Billy Graham, Mi Esperanza, tuvo lugar en Puerto Rico. Entre todos los atributos que tuvo el proyetco, destaco como el más importante, a mi manera de verlo, el que se pudieran unir cientos de iglesias para trabajar juntos por las almas. Iglesias que no se veían como competencia sino como aliados para llevar la Palabra de Dios a los perdidos y desamparados. Creo que fue tremenda práctica para comenzar un proyecto nacional de evangelismo. Es momento de que nos auto convoquemos para que comience un diálogo que nos lleve a actuar concertadamente en todas las áreas que se nos requiera. Un proyecto donde lo importante no sea ostentar el poder sino el bienestar de la gente.

Esa convocatoria debe ser multi disciplinaria e inclusiva. Si en las iglesias tenemos buenos doctores, maestros, economistas, policías, trabajadores sociales. psicólogos, artistas, humanistas, ingenieros, arquitectos, carpinteros, ebanistas, barberos, estilistas, y muchos más, ¿por qué no utilizarlos para un evangelismo social local? Creo en un plan evangelístico que nos sirva a nosotros conforme a nuestras características como pueblo. Creo que tenemos el talento y el poder de Dios para responder al llamado crucial que nos hace la historia.

Son muchas las diferencias teológicas que tal vez sean insalvables. Pero creo que son más las cosas que nos unen. Nos une el deseo de vivir en un país mejor. Nos une el deseo de que la gente le sirva a Cristo. Nos une el deseo de que la gente vea el poder de Dios. Nos une el amor por nuestro país que Dios ha derramado en nosotros.

Mi llamado a los pastores y a los líderes de mi país es a la acción. Si mi disertación ha sido extensa es porque mi corazón me exige hablar. Mi pasión por el evangelismo en mi país me lleva a hablar con ustedes, gente que quizás conozca o no. Espero de parte de ustedes una reacción a mi misiva, un consejo, una exhortación, una crítica, una palabra de aliento, o un espaldarazo para seguir caminando juntos. Oremos para que Dios nos levante aún más de lo que ha hecho hasta ahora. Respondamos al llamado de Dios. Actuemos para que nuestro país reciba de nuestras manos el pan que Dios nos ha dado y que nos falta por repartir.

Con afecto fraternal,

Marcos A. Vélez Rivera
Profesor de la Universidad Teológica del Caribe
Líder de evangelismo, Iglesia Mission Board, Cupey Alto
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