martes, 1 de septiembre de 2009

Escasez de líderes

En nuestro país las palabras liderato y líder, como muchas otras, han sido desvirtuadas a lo largo de la Historia.

Si a eso le sumamos la división ciega de pensamiento que padece la población puertorriqueña, el problema se torna aún más grave. Los tiempos de los taínos parecen haber desaparecido, pero todos reclaman su cacique para poseer cacicazgos perdidos que no nos llevan a nada.

Sin embargo nuestro pasado no siempre ha sufrido de tales males. Sólo hace falta dar un vistazo a las páginas de nuestros libros de Historia para que encontremos gente que no tuvo que acudir a la demagogia para tener seguidores.

Cabría la oportunidad de encontrar a un representante cameral como José de Diego, un ideólogo que hoy bien podemos estudiarlo como político y como poeta.

Políticos de admirar como Luis Muñoz Rivera, Román Baldorioty de Castro, José Celso Barbosa y la lista se nos haría larga para poder nombrarlos a todos.

El buen liderato en nuestro país no ha sido exclusivo de una ideología en específico. Cabe mencionar que los tres políticos de más renombre en nuestra historia reciente profesaban ideologías distintas. Luis Muñoz Marín, Pedro Albizu Campos y Luis A. Ferré tuvieron la capacidad de mantener seguidores sin tener que reducirse a simplezas y pequeñeces.

Es necesario entonces preguntarse, ¿qué le ha ocurrido a nuestro país? ¿Dónde están los líderes? ¿Qué tienen estos pseudo-líderes que aparecen dirigiendo nuestros destinos?

Es necesario que miremos hacia atrás para no tropezarnos adelante. Nuestro país tiene insignias por todos lados, pero están escasas de contenido.

La diferencia es obvia. Pavas sin cabeza, palmas que no dan frutos, banderas que no ondean, coquíes que no cantan. Ante un país que convulsa, roguemos por una nueva generación, una que se olvide de los cacicazgos y se preocupe por la gente.

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