miércoles, 18 de noviembre de 2009

crímen(es) o-dio(s)

Aunque no querramos admitirlo, nos acostumbramos al crimen. Las noticias de asesinatos nos espantan por un minuto o dos; la angustia sólo nos dura hasta que cambiamos de página y nos topamos con otra noticia. ¿Por qué? Bueno, porque en un país donde los asesinatos se cuentan con "box scores" los fines de semana, donde nos escandalizamos porque pasamos los 800 asesinatos y nos sentimos mejor si fueran 600, la muerte es algo cotidiano.

Y es que la muerte nos toca de cerca todos los días. Pero a veces sufrimos de una hipocresía colectiva que nos permite dolernos más por unos muertos y sentirnos menos mal por otros. Hablar de crímen es hablar de odio. Hablar de asesinatos peor aún. Es completamente entendible porqué en EU se popularizó el término crimen de odio, algo que se pudo haber llamado crimen por ideologías. En PR es igual. Un crimen motivado por razones ideológicas, no debe darse, como tampoco debe pasar un crimen por drogas u otro motivo.

Hemos llegado al punto de clasificar los asesinatos en diversas clases para poder apaciguar nuestra vergüenza ante la realidad de que hemos hecho la muerte el pan nuestro de cada día. Nos sentimos vulnerables si matan a 9 en un mismo día, pero pasamos por alto las muertes cotidianas: si es uno por día es más seguro el país.

Reaccionamos a primeras planas que nos intranquilizan, pero me pregunto si realmente nos quita el sueño la situación de nuestro país. Lo que vivimos no es producto del azar, ni mucho menos es casualidad de la vida. Todo lo que sembramos como país, como país lo cosecharemos. ¿Qué hemos hecho para obtener una sociedad violenta? Me gustaría esbozar varios pensamientos al respecto:
  1. Sembramos baile, botella y baraja - en los últimos 50 años una sociedad adicta al juego, a la bolita, que construía hoteles y turismo a costa de la prostitución, de la droga, del pitorro, del vicio. Nos adormecieron con centros comerciales, con viernes negros para comprar nuestra conciencia y adormecernos con consumerismo.
  2. Sembramos una sociedad que sigue la televisión como su mayor ídolo - Mientras las películas de Hollywood sean soberanas en nuestras casas, la verdadera educación se quedará corta.
  3. Sembramos una educación pobre - nuestro sistema de educación pública ha fracasado en la gestión de formar un país intelectualmente saludable. Las tasas de deserción hablan por sí solas.
  4. Sembramos tolerancia a los vicios - drogas, alcohol, cigarrillos, antidepresivos, y otros los vemos como normales. Incluso la fiesta no comienza si no hay alcohol. Al mismo tiempo hemos desarrollado vicios alimentarios que en muchas ocasiones nos mantienen esclavos de nuestras conductas.
  5. Sembramos una sociedad lejos de Dios - ¿Dónde está Dios en nuestro país? ¿Qué lugar le hemos otorgado? Hemos dejado que Dios se encierre en las iglesias y lo hemos arrestado para nuestros propósitos cuando debiéramos ser nosotros los que caminemos conforme a sus propósitos. Lo separamos del Estado, de las escuelas, de lo privado, de lo público, de las fiestas, del trabajo porque Dios debe estar en un rito, en un culto. Lo sacamos de lo cotidiano y lo encerramos en lo extracurricular. Lo dejamos para los Días de Acción de Gracias, para Navidad, para el Viernes Santo (si no hay que ir para la playa), lo dejamos para las reflexiones antes de una actividad, en fin lo hemos dejado fuera.
Entonces, ¿cómo vamos a tener una sociedad no violenta? Si hemos sembrado lo que estamos cosechando. No hay crímenes de odio. Hay una sociedad que tolera el odio. No hay crímenes horrendos, hay crímenes. Hay falta de Dios. Dejemos de tolerar nuestros vicios. Dejemos de tolerar la violencia que nos asedia. Eduquemos a nuestros niños con una cultura viva, con Dios como norte. Aprendamos de nuestros vicios y rompamos con ellos. En ese momento, cuando aprendamos que ninguna muerte violenta nos dignifica: tendremos menos crímenes, menos odio y más Dios.
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