domingo, 9 de diciembre de 2012

El "fenómeno" de La Comay: ¿Lo que la gente quiere?




La última semana ha significado un momento singular en la historia reciente de los medios de nuestro país: simultáneamente, con las redes sociales como motor, se han unido miles de personas para rechazar con un boicot lo que probablemente aún sigue siendo el programa más visto de la televisión puertorriqueña, La Comay. ¿La razón?, una de tantas expresiones violentas y fuera de lugar de este personaje, esta vez, acerca del vil asesinato de José Enrique Gómez a manos de unos delincuentes. Este hecho ha provocado cientos de reacciones de diversos tipos haciendo que todos se cuestionen el "fenómeno" de la muñeca que ventila chismes y que más recientemente, juega a la periodista y hasta a fiscal, haciendo que muchos le ganen credibilidad por sus acciones. Es la defensora del pueblo para muchos, y la más odiada para otros, algunos le adjudican el poder de mover la opinión pública hacia cualquier lado, incluso en la política; en cualquier caso, es el programa más visto, y por lo tanto, con mayor influencia.

Ante tal razón, creo pertinente, después de haber leído varias columnas y reacciones, expresar mi punto de vista, más en el análisis académico, que creo no ha sido expresado aún. Quiero fundamentar mi análisis en un artículo del profesor de la UNAM Diego Lizarazo titulado La participación de los medios de comunicación en la construcción de una cultura para la paz. Dicho artículo nos ofrece una perspectiva muy interesante sobre lo que dicen hacer los medios versus lo que en realidad hacen, y cuál es realmente su rol en nuestra sociedad.

En primer lugar quiero resumir el planteamiento del autor en el que baso mi análisis: el autor hace una explicación de las tres falacias más utilizadas cuando se habla de los medios y la violencia. La primera es la falacia del reflejo: los medios dicen reflejar la realidad de la sociedad, ante este argumento el autor advierte que los medios más que un simple espejo de la sociedad, son actores sociales; decir lo contrario sería ser ingenuos.  La segunda falacia es la de la demanda: los medios dan lo que la gente pide. la reacción a este argumento es la base de mi análisis y lo discutiré más adelante. La última falacia es la de la determinación: los problemas de la sociedad son culpa de la violencia que reflejan los medios. Este argumento es la descontextualización del problema y no incluye la responsabilidad familiar y los demás componentes sociales y gubernamentales, que tanta responsabilidad tienen ante el problema de la violencia.

Creo que en Puerto Rico, se ha abusado de la falacia de la demanda, aduciendo que los puertorriqueños somos fanáticos de lo banal, de lo inconsecuente y que nada podemos hacer; en pocas palabras, los medios ofrecen programas como La Comay porque el pueblo lo ha pedido. Para utilizar el ejemplo del conocido comentarista político Jay Fonseca: los medios, al ser empresas, venden un producto, igual que las papas fritas, que todo el mundo sabe que hacen daño, pero aún así la gente las consume. Esta teoría nos dice que nada de esto va a acabar porque es lo que la gente quiere, de manera que no hay remedio: vivimos y viviremos de lo banal hasta que la gente se canse. Sin embargo, ¿será así en realidad? ¿será solamente producto de lo que la gente pide? Veamos:

La Comay no comenzó siendo la primera figura de la televisión. Comenzó con una sección, primero llamada la Cháchara, luego La Condesa del Bochince, luego La Comay y así siguió ganando audiencia hasta convertirse en lo que es hoy. Sus alocuciones eran cortas, y quizás en ese momento, podríamos decir que era un reflejo de lo que la gente quería. Los chismes de farándula eran, y son, productos de alto consumo. La farándula aquí y en todos los países influenciados por la cultura americana y europea, provoca un efecto sobre la gente, muy parecido al que provocaba la monarquía en los siglos pasados. El consumo del rumor, del chisme, no es el problema; en el caso de La Comay el problema es la violencia constante y el curioso hecho de que ningún otro programa goza de la audiencia de este; incluso la credibilidad que ha ganado en algunos sectores en el campo del periodismo. Entonces ¿la gente habrá demandado este auge del bochinche?

Lizarazo explica que la falacia de la demanda olvida que los medios forman parte de nuestro referente al momento de formar nuestra cosmovisión. De manera que lo que yo pido está influenciado directamente por lo que consumo, siendo en este caso un círculo vicioso. Los medios en nuestros días, especialmente la televisión, han sustituído el libro y otros productos culturales que en otros momentos fungían como determinantes dentro de nuestra formación. En palabras del autor: "Nuestra sociedad ha crecido acompañada del discurso mediático, y en esta medida el gusto social se forma también en relación con su discurso. Tendencialmente aprendemos a apreciar la imagen en relación con la imagen de la tele; nuestra educación narrativa, más que de la literatura, proviene de la televisión, de las telenovelas, o de las caricaturas. Vivimos, querámoslo o no, un proceso social de televisación. Aquí radica la falacia del argumento: la televisión acusa a su público de tener gustos bárbaros, cuando en buena parte ha contribuido a generarlos."

Este es precisamente mi argumento con La Comay: el crecimiento de la Comay ha sido en parte generado por la exposición mediática de la misma. Los que crecieron viendo la sección de La Condesa del Bochinche en los noventa ahora son los que le dan credibilidad a este programa y lo clasifican como su predilecto. Los televidentes, de cualquier edad, comenzaron a consumirla como sección y cuando el medio se la dio en horario estelar, ya estaban listos para darle su apoyo. Vivimos bajo el régimen de "los hijos de La Comay", no es la más vista porque es la preferida, ha sido un proceso de acostumbramiento social a los estilos de este programa que ofrece entretenimiento mezclado con información. Alguien dirá: ¿y por qué esto no ha sucedido con otros programas que han comenzado igual? La respuesta está no es simple, ni se puede ofrecer de manera simplista.

El chisme se ofrece bajo un supuesto de violentar algo, en este caso la privacidad o el secreto mejor guardado de alguien. El morbo es probablemente uno de los vicios más grandes de la humanidad. Si no, pregúntese por qué han crecido los juegos violentos como Call of Duty y Grand Theft Auto, por qué han crecido los campeonatos de Utimate Fighting, los periódicos amarillistas, los personajes irreverentes, la pornografía, etcétera. El ofrecimiento del morbo provoca el consumo del mismo en grandes cantidades. Ni los medios ni nosotros, por lo tanto, como dice Lizarazo, podemos bajo la premisa de que son un negocio podemos olvidar la influencia que tienen sobre la sociedad: "Los medios no producen jabones o camisetas, generan productos simbólicos, experiencias psicológicas, visiones del mundo, descripciones de las personas y sus relaciones; asuntos humanos que nos comprometen en nuestra irreductible humanidad."

Además, Kobbo Santarrosa, el hacedor de La Comay, inteligentemente ha aprovechado que los medios tradicionales en ocasiones han escogido ser políticamente correctos y no han "tirado al medio" como ella misma dice, al político drogadicto, o al buscón que se ha aprovechado del pueblo. Se ha abanderado de casos como el famoso niño Lorenzo y ha hecho fiesta con el desbarajuste que nadie esconde en el Departamento de Justicia. Así que, añádale suerte y astucia a la ecuación y usted obtiene un "fenómeno" mediático que parecía invencible. Al mismo tiempo, la baja calidad de nuestra educación ha provocado que cada vez más la gente lea menos, escuche más y lo haga sin sentido de análisis crítico. Se consume por consumir, no por analizar lo que se consume. No hay un ejercicio de buscar la verdad, si no de escuchar aquel que dice poseerla. El auge de los comentaristas políticos es una muestra de cómo la gente necesita a alguien que le procese la noticia y se la dé explicada y opinionada. Por lo tanto, La Comay, se convierte en otro emisor de verdades, ganando la credibilidad de quien la ve por las veces que sus "fuentes" dicen la verdad y por la astucia ejercida en los momentos en que se equivoca.

Entonces, ¿es la Comay lo que la gente quiere? Los últimos días han servido para saber que ciertamente no es lo que todos quieren sino lo que han aprendido a querer. Como todo lo que se aprende se puede desaprender, estamos en un proceso de abrir los ojos y darnos cuenta que los puertorriqueños quieren más que ver insultos y discrimen como plato fuerte del día. Los pueblos cambian. Hace más de diez años, por ejemplo, nadie hubiera imaginado que la música cristiana se convertiría en un producto querido y demandado por las audiencias de radio en general. Hoy entre las primeras emisoras de radio, se encuentra una emisora cristiana, hay artistas cristianos que llenan coliseos y las emisoras seculares han abierto espacios de música sacra. Fue un cambio paulatino, pero reflejó que no todos querían el mismo producto.

Me dirán que ahí quedará la competencia Dando Candela, que hay numerosas secciones de chismes en radio y televisión y que la prensa hace lo propio. Sí. Pero ahora todos saben que el timón es compartido... la gente se está apoderando. Ojalá y sigamos así.


3 comentarios:

  1. Muy, muy bueno. Lástima que en Puerto Rico pensemos que la razón la tiene el que más alborota, y todo porque no tenemos opinión propia ni identidad para saber quienes somos. A próposito: Yo soy José Enrique, Yo soy un cadáver, Yo soy un tipo baleado, Yo soy la víctima, Yo soy La Comay, YO SOY VICTOR JULIO SERRANO El Vengador- Me sigue? Los puertorriqueños tendremos que volver a nacer...

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  2. Una conducta que siempre estará mientras la gente no se enserie, se ame a sí misma y de verdad profundice en la historia y en su realidad. La falta de lo ideológico, del análisis profundo, de las comparaciones, de la sinceridad en crecer y madurar como personas en sociedad ... en comunidad ... nos limita y empequeñece . Es un enorme reto para la sociedad democrática...en esta Isla...el formar ciudadanos con capacidad y perspectiva que promuevan y se nutran de todo lo que es bueno y saludable para su gestión como pueblo. Al igual que el escritor de este artículo, creo que la muñeta de trapo y el mequetrefe hostigador que detrás de ella se esconde...no tiene nada que aportar al bien de esta comunidad y por ende no debe tener espacio en nuestro entorno. Alberto Hernández, Trujillo Alto

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