viernes, 28 de junio de 2013

Yo no lamento su muerte: Homenaje a Yiye Ávila

Crecí conociendo el Ministerio Cristo Viene; tanto que hubiera sido imposible para mí pensar que alguien no supiera qué era. Crecí viendo las revistas del Ministerio, con reseñas de todas las campañas de Yiye Ávila; todas rellenas de reportajes de miles de sanidades. Fotografías de personas de pie al lado de su silla de ruedas, dentaduras sanadas al instante, milagros de todo tipo, documentados en fotos. Nunca en mi niñez estuvo en cuestionamiento que los milagros existían porque para mí era común ver lo que reportaban las revistas de Yiye.

Yiye Ávila no necesita presentación para nadie que haya vivido el Puerto Rico (y me atrevo a decir que la América Latina) moderno. Es probable que mucha gente, o casi todos los adultos, recuerden sus frases repetitivas, sus campañas frecuentes, porque su reconocimiento dentro del mundo cristiano y no cristiano era casi icónico. Muchos aprendimos lo que era el ayuno y la oración leyendo los libros de él. Pero Yiye no era eterno. Yiye tenía que morir como cualquier otro mortal.

La muerte de Yiye Ávila nos anuncia una realidad que algunas personas se han negado a reconocer: el batón está en nuestras manos. De él no conocimos dónde vivía, o si tenía muchos autos o propiedades. No sabemos si su ropa era costosa o barata. No recordamos si viajaba en primera clase o en económica.  No tenemos evidencia de escándalos, de alianzas de dudosa reputación o de eventos vergonzosos. No, no lo hacemos porque de su ministerio recordamos lo que era realmente importante. Cristo Sana. Cristo Salva. Cristo Viene. Sus campañas eran acerca de la gente, de lo que Dios podía hacer con ellos, de lo que Dios hacía en tiempo real, no como una promesa efímera. 

Por su puesto, Yiye no era perfecto. Recuerdo haberlo escuchado decir que no era bueno ir a la playa, o alguna otra cosa, que más bien respondía a un contexto que a una mala fe. Pero también sabía rectificar. Lo que en un momento fue "la caja del diablo", se convirtió en su instrumento más poderoso, y creó la Cadena del Milagro; la cadena de televisión cristiana puertorriqueña más grande que jamás haya existido. Pocas veces vemos gente vindicarse con tal éxito.

Por eso no lamento su muerte. Dios hizo su voluntad, una vez más. Y su voluntad era que se fuera. No lamento su muerte porque vivió bien, entregó su vida al ministerio y todos lo recordamos con admiración y cariño. Lo recordamos así, aunque no hayamos estado de acuerdo en todo. No lamento su muerte.

Sin embargo, lamento que hoy nos hayamos olvidado de algunas cosas que él nunca olvidó. Lamento que "Cristo viene" ya no sea nuestra bandera. Lamento que no veamos los milagros masivos que veíamos con él. Lamento que muchos ministros no carguen con su humildad (hay algunos que aún la retienen, Gloria a Dios por ellos). Lamento que pocos puedan salir en la palestra pública sin temor de que algún programa de chismes tenga algo que sacar de ellos.

La muerte de Yiye nos anuncia que la bola está en nuestra cancha. De hecho, está ahí hace tiempo. Nos toca a nosotros ser los portadores de un ministerio íntegro, los portadores de sanidades, de salvación. Nos toca a nosotros ser el canal de salvación de todos los que podamos, como lo hizo él. Nos toca a nosotros no olvidar que Cristo viene, que eso no ha pasado de moda, que la salvación es real. 

Puede ser que su muerte traiga melancolía y tristeza. Puede que sea así, pero me atrevo a adivinar que si Yiye lo viera a usted le diría "Sonría, que Cristo le Ama."

miércoles, 22 de mayo de 2013

Señor Gobernador Electo


Señor Gobernador electo:

¡Muchas felicidades! Quiero expresarle a través de estas líneas algunas peticiones con el fin de que el país sea beneficiado. Cuando usted regrese de sus vacaciones tendrá, como debe imaginarse, muchas cosas difíciles en las manos que probablemente no sabía que existían. Abórdelas con el mayor juicio, tomando en cuenta el bien del país, y no de su reelección.

Imagino que ya en su teléfono habrán algunos mensajes de voz de aquellos que pusieron “un pesito” en su campaña y ahora están salivando a ver como guisan. A nombre de muchos en el país le quiero pedir una cosa: IGNÓRELOS. Dígales que soliciten como cualquier otro, que el inversionismo político no es parte de su gobierno.

Como usted sabe, los últimos dos gobernadores han empujado (perdone la palabra) sendos gasoductos que perjudicaban el ambiente. Así que asumo que algún ocurrente se le acercará con algún proyecto parecido que genere muchos millones hacia algún bolsillo. He aquí mi segunda petición: IGNÓRELOS. Dígales que hay organizaciones que ofrecen ideas mejores sin lucrarse de esa manera.

Yo sé que el equipo de trabajo suyo quiere que usted tenga la mejor gobernación posible para que usted sea viable en el 2016. Eso no es nada malo, sin embargo, en los momentos más difíciles de su mandato, lo inducirán a resolver los problemas como si fueran campañas publicitarias. Le dirán algunas frases pegajosas para que sirvan de proyectos emblemáticos y funcionen para la próxima campaña. Por última vez le pido: IGNÓRELOS.

Finalmente, sabemos que el gobierno pasado cometió muchos errores; no le pido que los perdone si hubo ilegalidades, pero la campaña se acabó. Por el bien del país refiera lo que esté mal y el revanchismo político déjelo para luego. Eso ya nos tiene acabados. Gobierne bien, para todos, con su corazón, ejerza liderato y le irá bien. ¡Mis mejores deseos!

*escrito el 11 de noviembre de 2012. 

martes, 5 de marzo de 2013

Influencia: una ruta para la Iglesia en PR




"No debemos desechar las grandes y aplastantes cuestiones
que desafían nuestra fe, asi como la naturaleza y el carácter
de Aquel en quien creemos. Si no afrontamos las preguntas
difíciles de la vida y de la fe, perdemos la oportunidad de
que Dios se nos revele de una manera más extraordinaria."

-Landa Cope
El modelo de transformación social del Antiguo Testamento


Puerto Rico necesita ayuda, no creo que exista una persona que viva en este país que piense lo contrario. Aunque es común escuchar los profetas del desastre repetir por años que "las cosas están malas", como historiador puedo decir que este es un momento realmente crítico. Estamos ante uno de los momentos más decisivos (sino el más decisivo de nuestra historia) y todo lo que hagamos o dejemos de hacer marcará para bien o para mal nuestro país. En los '70, '80 y '90 pudimos mirar para el lado y sobrevivimos; con honestidad no creo que en esta ocasión tengamos tanta suerte. La tela de donde cortar se acabó.

Creo firmemente que la Iglesia en Puerto Rico tiene una gran responsabilidad ante esto. Nosotros como sector importante de nuestra nación no podemos mirar para el lado y poner como excusa que no somos de aquí. No cabe en este momento histórico la cláusula de nuestra ciudadanía celestial. Nuestra calidad de "peregrinos y extranjeros" no nos quita la responsabilidad de hacer algo por el lugar donde Dios nos ha permitido vivir y laborar. Muchas veces nos jactamos de lo grande que es el Evangelio en Puerto Rico, de cuántas iglesias hay, y nos alegramos al contarnos en cientos de miles porque sabemos que "somos muchos, somos más". Hay que tener en cuenta, sin embargo, que hablar de la iglesia en PR siempre es complejo porque no es un cuerpo uniforme.

La Iglesia en Puerto Rico no es uniforme, ni homogénea; la iglesia se compone de diversos sectores con pensamientos muy disímiles y por lo tanto no piensan igual, sin embargo creo que todos tenemos un papel muy importante que jugar en la sociedad. Las iglesias ocupan un espacio en la sociedad, y muchas veces, la mayoría, son la primera mano de ayuda para sectores que el gobierno sencillamente no tiene la capacidad de atender. Miles y miles de iglesias se levantan diariamente por medio de sus miembros a visitar hospitales, cárceles, centros de ayuda social, a repartir comida en las calles, a intervenir en crisis personales y familiares, en fin, a hacer labores necesarias para mantener un balance en la sociedad. (Un blog de José Pimentel explica muy bien la labor de la iglesia pulsa aquí para verlo)

Sin embargo, como jóven activo en la iglesia desde que nací, y como historiador hay varias preguntas que puede ser doloroso hacerlas, pero son un tanto necesarias. A pesar de todo lo que estamos haciendo ¿Qué es eso que no estamos haciendo para mejorar la sociedad y que podemos hacer? ¿Podríamos decir que la presencia avasalladora de iglesias nos ha ayudado a detener el deterioro social que estamos experimentando? Siendo un país con un deterioro educativo espantoso (hay casi un 40% de deserción escolar), una criminalidad que va en escalada (en 2011 se rompieron los records de asesinatos en toda nuestra historia) con una economía en picada (nuestro crédito como país está apunto de ser degradado al más bajo nivel); ¿tenemos alguna idea de cómo estamos ayudando, cuáles son nuestras propuestas concretas, como las tenemos con otros asuntos, al respecto de estos problemas que tanto nos abruman? Aunque sé que hay excepciones aquí y allá, creo honestamente que la respuesta es no. No articulamos una respuesta concreta ante estos asuntos como lo hacemos con otros.

Algunos amigos me dirán que su primer frente de batalla es la familia. Estoy de acuerdo, como padre de familia no hay nada más que me importe que no sea crear un mejor futuro para mis hijos y poder disfrutar el tiempo con ellos y mi esposa. Es por tal razón que creo que estos asuntos son de vital importancia para nuestra familia. Aún así no estoy enajenado. Sé que en estos momentos los asuntos relacionados al matrimonio gay y los avances de la comunidad LGBTT preocupan grandemente a la Iglesia.

Durante las últimas semanas se ha recrudecido la discusión acerca de los derechos de la comunidad homosexual (impulsada por varios sectores y grandemente apoyados por los medios de prensa) y por otro lado, la posturas acerca de estas luchas por parte de los líderes de los diferentes movimientos eclesiásticos. Estos últimos, impulsados principalmente por el ideal de la familia tradicional, especificando que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, y movidos por lo que perciben es una amenaza a esta institución. Todo este panorama se vio impactado por una manifestación multitudinaria, de decenas de miles de personas que, independientemente de la cantidad de gente, no cabe duda que es una de las manifestaciones más concurridas en los últimos años convocada por organización alguna. Esto a su vez, sacó a la luz un punto que crea mucha discusión: el poder político de la Iglesia en Puerto Rico. La cantidad de gente convocada generó comentarios a favor y en contra, desenfocando a mi entender lo que es el issue principal: no cabe duda que somos muchos y podemos impactar este país de una manera sin precedentes.

Aplaudo las manifestaciones que hace la iglesia públicamente y no me uno a las críticas viciosas que han recibido los que convocaron la manifestación. Creo sin embargo que la manifestación deja claro algo que quizás debemos sentarnos a analizar con mesura: no tenemos una influencia proporcional a nuestro tamaño. Cuando nos vemos forzados a pararnos en masas frente al capitolio, es un reconocimiento de que nos falta gente que esté posicionada en los lugares donde se toman las desiciones. Cuando expresamos temor a lo que puedan enseñarles a nuestros hijos en el salón de clases, es un reconocimiento de que no tenemos influencia sobre la agenda educativa del país. Y así por el estilo, decimos que somos masa, pero pocas veces actuamos concertadamente para mejorar aquellas áreas que nos ahogan el diario vivir. Insisto: la iglesia trabaja, día a día por el país; pero reconozcamos que la concertación que necesitamos para impactar otras áreas no la hemos tenido.

Hace unos días me preguntaba que era lo que más me inquietaba, o como me decía mi esposa, "qué nos quita el sueño" en cuanto al bienestar y futuro de mis hijos. Pues confieso que salgo con temor en las noches porque las vías públicas se han convertido en escenarios de guerra espontánea. Confieso que en las noches, al igual que muchos, verifico mis candados y puertas, porque sabemos que alguien puede irrumpir en mi casa. Confieso que vigilo por la educación que recibirán mis hijos y por el futuro económico del país que ellos van a heredar. Me preocupa el libertinaje sexual que a veces vemos en la televisión, y no quisiera tener embarazos cuando mis hijos sean adolescentes, y quisiera ver a mis hijos casarse responsablemente y no porque no les queda otro remedio.

Entonces, ¿de qué manera hemos actuado concertadamente para atender estos males? No digo que no hagamos lo que se ha hecho, sólo creo que es importante una cosa y también la otra. Mi propuesta es, quizás un poco distinta a lo que hemos hecho. Con el pasar del tiempo me he dado cuenta que promuevo el cambio en la sociedad cuando trabajo individualmente en mi iglesia local, o cuando enseño en un salón de clases, pero creo que hay más, hay mucho más.

Creo que la Iglesia ha perdido influencia en los altos círculos de la sociedad, y por lo tanto creo que debemos estar presente en todos los aspectos de la vida del país. No creo, sin embargo, que debemos estar en los altos círculos para legislar nuestra fe. No. Mi postura ha sido y es que la fe no se legisla, cuando queremos legislar la fe, estamos relegando al gobierno la labor evangelizadora de la Iglesia. Quizás porque somos una iglesia acomodada a la modernidad occidental, alejada de la persecusión que vivieron los primeros cristianos o los misioneros en diversas partes del mundo. La labor evangelizadora es de la Iglesia, y no podemos pretender que el mundo entienda lo que nosotros entendemos. Por eso Pablo decía: " El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios." Por lo tanto legislar la fe es, a mi entender, buscar un atrecho a nuestra labor. Los cambios en nuestra sociedad no vendrán por una legislación, vendrán por nuestra labor de amor por la gente.

Es momento de que la Iglesia en Puerto Rico, se decida a ser punta de lanza en el cambio social. ¿Cuáles son nuestras propuestas para mejorar la educación del país? ¿Cuáles son nuestras propuestas para mejorar la criminalidad? ¿Qué hemos dicho en cuanto a la economía, la salud, etc? Lo he dicho antes en mi columna Carta abierta a los pastores y líderes de mi país en el 2010 y en Retos para la Iglesia en PR en el 2011. Vuelvo entonces con esta columna a insistir en mi punto: nosotros debemos tener una influencia correspondiente a nuestros números. Con influencia me refiero a poder tener propuestas sólidas como las tenemos en el tema de familia.

En una ocasión alguien reaccionó a una postura semejante que tuve diciendo que debíamos estar conformes con la labor que ha hecho la iglesia y esperar por la venida de Cristo. Me niego a esa realidad espantosa. El conformismo es la receta para el caos. No podemos despreciarnos, pero no podemos conformarnos.

Landa Cope escribe algo que personalmente me pareció escalofriante: "Las verdades del evangelio del Reino han de generar transformación a medida que enseñan a vivir cada aspecto de la vida. Las vidas transformadas han de ser sal y luz para la familia, el vecindario, la comunidad y, por último, la nación, y hacer de ellos mejores lugares en los que vivir. No serán comunidades perfectas, ni el cielo en la tierra, pero sí mejores, porque la influencia del bien será equivalente, si no superior, a la del mal." (El modelo de transformación Social, pág. 28) ¿Se atrevería alguien a decir que las condiciones de vida de Puerto Rico son proporcionales a la cantidad de iglesias? Si alguien está pensando que soy cruel con este planteamiento, permítame decir que a mí, que llevo trabajando en una iglesia desde que soy niño y que dedico más tiempo a la iglesia que a cualquier otra cosa, a mí también me duele. Ahora, usted puede ignorar mi pregunta, estar en desacuerdo, o no contestarla, pero no podrá escapar de la consecuencia de ignorar la sustancia de esta, porque después de todo, nuestras iglesias y feligreses sufren los mismos males de nuestra sociedad. Si no hay buena educación, nuestros niños no podrán entender bien la Biblia, si no hay seguridad en el país, nuestras iglesias seguirán temiendo por un robo a mitad de noche, o un tiroteo en medio de un culto.

Propongo entonces un mapa para nuestro camino, entendiendo que no tengo toda la verdad, y que sólo es una aportación más en la constelación de opiniones de nuestro país, que tan opinionado está:

1. Educación Bivocacional: no sé si este sea el término más adecuado, pero es momento ya (creo que se nos pasó la fecha) de que las escuelas teológicas del país, también incluyan educación secular. Mi planteamiento, como ex empleado administrativo de una escuela teológica y profesor de esta por varios años, es que si queremos aportar al país, entonces hay que educar gente. Aportemos a la formación de trabajadores sociales, psicólogos, maestros, artistas, y profesiones diversas en general que puedan ser de influencia al país. Tengamos una escuela donde puedan estudiar Biblia y al mismo tiempo prepararse para servir al país. No hay que inventar la rueda, en otros países este es el modelo hace muchos años.

2. Una mesa de diálogo social: Es momento de que el Concilio de Iglesias y la FRAPE dejen sus diferencias a un lado, que tan marcadas se ven en la esfera pública, y hagan una mesa redonda donde puedan estar todos los líderes del país. Este diálogo tiene que trascender a otros temas más allá de los estrictamente religiosos. Estos diálogos deben generar propuestas que sirvan para aportar soluciones a los problemas que nos afectan. Sé que esto se ha explorado en otras ocasiones, pero debe ser algo formal y periódico.

3. Aspirar alto: Lo explico de manera sencilla. Nuestros jóvenes profesionales deben ser educados a aspirar lo más alto que puedan en las esferas de la sociedad para influenciar con el bien. No es posible que la corrupción reine en las altas esferas. Promovamos a nuestros profesionales a que escalen alto. Creo que lo que ha hecho Nelson Luquis con sus obras de comedia en los teatros del país es un buen comienzo. La influecia de personas como Edwin Rivera Manso y Héctor Millán en las esferas corporativas sientan un precedente positivo. Así mismo, hay personas en la empresa privada con mucha influencia dentro de las esferas económicas del país.*

4. Medios de comunicación: Hay espacio para todos. Pero es momento que surjan medios de corte cristiano que puedan aportar a las comunicaciones en el país. Prensa, televisión, radio, entretenimiento, etc. Resalto en este punto la labor que han hecho medios como Nueva Vida 97.7 y algunos medios electrónicos como Prensa Cristiana, que son buenas iniciativas. Los intentos de ofrecer radio de noticias de Redentor 104.1fm son también, parte de las gestiones en dirección positiva a mi juicio.*

Pero son excepciones y no representan la norma del comportamiento de la Iglesia en Puerto Rico. Nuestra voz en los medios siempre se escucha cuando está relacionado al tema del homosexualismo, y con mucho respeto a mis amigos y colegas, no puede ser. Creo que si no queremos que se nos tilde de homofóbicos, que creo que no lo somos, debemos demostrar nuestro interés público con la misma fuerza en otros temas. Si no lo hacemos, no pretendamos que la gente vea lo que no ven. Si no diversificamos nuestros temas, abriremos el espacio para las críticas viciosas que se reciben en muchas ocasiones.

Espero que esta reflexión sirva para comenzar muchas conversaciones y que podamos concertarnos algún día. Si difiere usted de mi, bienvenido, la idea es hablar de lo que no tendemos a hablar públicamente. Muchas personas piensan que la labor de la Iglesia es sólo salvar, y abandonan lo demás, cayendo en un pensamiento dualista: en un lado los espirituales y en otro los seculares. Culmino pues con unas palabras del libro que he citado:

"La consecuencia de un evangelio rebajado y dualista es obvia en el mundo en que vivimos. Nunca ha habido más cristianos, en más iglesias, en más países y en más lenguas del mundo. Pero creo que también sería justo añadir que nunca antes la extensión de la iglesia ha ejercido menos influencia en las comunidades circundantes. [...] no hemos de dejar de predicar el mensaje de salvación, aunque sí necesitamos desesperadamente recuperar las verdades escenciales del resto del mensaje evangélico del Reino de Dios. Tenemos que renovar nuestra mentalidad cristiana y experimentar una transformación de vida conformando cada pensamiento a la mentalidad de Cristo. Entonces la iglesia del siglo XXI trasntornará el mundo y el cuerpo de Cristo, además de ser grande y diverso, recuperará su capacidad de influencia."

*Aclaro que ninguna de las personas que menciono forma parte de esta opinión y que son ejemplos que utilizo con base en mi conocimiento personal de sus gestiones como profesionales.





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