martes, 29 de septiembre de 2009
Seamos ejemplo


viernes, 25 de septiembre de 2009
Un Grito de Esperanza
“Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.” Filipenses 2:1-2
Nuestra vida está rodeada de calamidades, pruebas, luchas, tristezas y muchas cosas que no quisiéramos que formaran parte de nuestra realidad. Sin embargo, también la vida tiene muchas cosas, a mi entender más, que son positivas. La realidad es que todos nos hemos visto tentados a caer en la queja viciosa y la negatividad; a resaltar las cosas oscuras que ocurren. La palabra crisis ha sido en los últimos días como una droga a la cual muchos se han hecho viciosos, como excusa para acallar sus miedos. Tenemos que aprender a enfocar nuestras dificultades de una manera positiva. Albert Einstein decía:
“Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno... Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”
La palabra nos dice que nuestra fuerza debe estar concentrada en la tragedia. En el primer capítulo de Filipenses Pablo le explica a sus lectores que no se concentren en las vicisitudes que él está pasando. Nosotros no podemos rendirnos ante la tentación del desánimo. Pablo, en vez de exhortarles a la queja, les exhorta a unirse. La unidad es la respuesta.
La respuesta a los problemas colectivos es la unidad. Dios nos hace un llamado de unidad. Ante las malas noticias que se presentan en nuestro panorama puertorriqueño: unidad. Ante las injusticias: amor. Ante lo que no entendemos: esperanza.
Seamos la luz que nuestro país necesita. No nos hagamos eco de las malas noticias que ya sobran. Eso no construye. Filipenses 2:4 nos dice “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. Eso significa ser revolucionario; sí, en nuestros días preocuparse por todos es ser un revolucionario. Amemos, no sólo a los que entendemos, seamos representantes del amor de Dios con aquellos que no entendemos, con los que nos parecen malos u opositores. Esa revolución, la del amor y la esperanza es la que necesitamos. Procuremos la paz, no paz como tranquilidad, sino como justicia social, amor y tolerancia.
Hace dos días se conmemoraba el Grito de Lares. Yo quiero levantar un Grito de Esperanza: un grito que conduzca a la gente a los pies de Cristo. Un Grito de Esperanza: que la gente vea en nosotros la luz en la oscuridad. Un Grito de Esperanza: que la gente entienda con nuestro testimonio que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. (Rom. 8:18)
Por nuestro país, gritemos. Por nuestros hijos, gritemos. En el nombre de Jesús gritemos. Seamos los profetas de nuestra tierra y no los agoreros del desastre.


martes, 15 de septiembre de 2009
La censura de los censurados

Ok, hablemos de censuras. Claro, roguemos a Dios que las líneas que siguen no sean censurables por aquellos censurados que les encanta censurar aunque no le gusta que los censuren, y que de paso censuran la censura. ¿Cómo? Sí, es que siempre que nos atrevemos a entrar en el campo minado de coartar, amarrar, prohibir, restringir o limitar, hay que tener cuidado.


martes, 1 de septiembre de 2009
Escasez de líderes
Si a eso le sumamos la división ciega de pensamiento que padece la población puertorriqueña, el problema se torna aún más grave. Los tiempos de los taínos parecen haber desaparecido, pero todos reclaman su cacique para poseer cacicazgos perdidos que no nos llevan a nada.
Sin embargo nuestro pasado no siempre ha sufrido de tales males. Sólo hace falta dar un vistazo a las páginas de nuestros libros de Historia para que encontremos gente que no tuvo que acudir a la demagogia para tener seguidores.
Cabría la oportunidad de encontrar a un representante cameral como José de Diego, un ideólogo que hoy bien podemos estudiarlo como político y como poeta.
Políticos de admirar como Luis Muñoz Rivera, Román Baldorioty de Castro, José Celso Barbosa y la lista se nos haría larga para poder nombrarlos a todos.
El buen liderato en nuestro país no ha sido exclusivo de una ideología en específico. Cabe mencionar que los tres políticos de más renombre en nuestra historia reciente profesaban ideologías distintas. Luis Muñoz Marín, Pedro Albizu Campos y Luis A. Ferré tuvieron la capacidad de mantener seguidores sin tener que reducirse a simplezas y pequeñeces.
Es necesario entonces preguntarse, ¿qué le ha ocurrido a nuestro país? ¿Dónde están los líderes? ¿Qué tienen estos pseudo-líderes que aparecen dirigiendo nuestros destinos?
Es necesario que miremos hacia atrás para no tropezarnos adelante. Nuestro país tiene insignias por todos lados, pero están escasas de contenido.
La diferencia es obvia. Pavas sin cabeza, palmas que no dan frutos, banderas que no ondean, coquíes que no cantan. Ante un país que convulsa, roguemos por una nueva generación, una que se olvide de los cacicazgos y se preocupe por la gente.


Such is life
La visión turística que practicamos hoy es producto de las gestiones modernizadoras de los años 50. Para ese momento los hoteles y la modernización de los puertos eran el paso de avance necesario para saltar al primer mundo. Nadie lo vio mal. La conversión del Viejo San Juan en la meca turística del país, dudo que se haya hecho en conversación con los residentes del lugar.
Los gobiernos tradicionalmente aplican y la gente sigue. Esa es la cucharada que nos han recetado y que nosotros hemos aceptado. Miremos a ver si los desarrollos de la Milla de Oro, los hoteles en las playas, por gobiernos de ambos partidos, han sido en conversación con la gente. No, la gente aprendió a hacer cruces debajo de insignias, a llamar y quejarse en la radio; un contrato social un poco flojo.
Entonces, ¿qué hacemos?¿adónde nos lleva la histeria colectiva de condenar a alguien que es sólo un peón? Ciertamente el hecho de que en el pasado no se hayan hecho las cosas bien no justifica seguir actuando mal. Sugiero balance. Sí, balance para el gobierno: no justifiquen más sus errores y tomen en cuenta a la gente. Balance para nosotros: convirtamos nuestra queja cultural en acciones que produzcan algo más que la queja misma.
Recordemos que nuestro presente es producto de las decisiones de aquellos que en el pasado no pensaron en las consecuencias de sus acciones. Por lo tanto nos toca a nosotros.
Aunque supongo que como muchos tenemos por costumbre ignorar nuestra conciencia, nos iremos al Viejo San Juan a comer un mantecado de a peso, de la guagüita, nos sentaremos frente a la bahía y miraremos a los turistas que se bajan de los cruceros a comprar cosas caras. ¿Verdad que sí? Such is life…

