jueves, 3 de septiembre de 2015

La educación del disparo


La conversación que aparece en la foto no debe ser extraña para nadie. Los tiroteos tan comentados de estos días entre los residenciales de Monte Hatillo, Monte Park y Berwind provocaron mi reacción; especialmente cuando vi el comentario de mi amiga Sheila, una maestra en una escuela al lado de Monte Hatillo. Lo triste es que me remontó a mi niñez. Me llevó a los años noventa en la escuela elemental de Las Vegas en Cataño donde más de una vez nos sacaron de la misma por amenzas de tiroteos, ¿La razón?: la maldita guerra entre residenciales.

Así nos criamos muchos. A la merced de la "misericordia" de un narco que se cree menos malo porque llama a una escuela para avisar que un tiroteo es inminente. Como si se fuera menos violento al sacar a los niños del salón. Como si se ganara una indulgencia al "salvarle la vida" a los pequeños que no cogerán el tiro, pero serán heridos por la falta de educación. Como si no fuera un trauma el tener que irse a casa a rápido antes de que caiga la lluvia de balas.

Los estudiantes de Sheila llegaron a contarle que durmieron en el piso, que los encerraron en closets, que los metieron debajo de la cama. ¡En CLOSETS! Y podríamos cerrar los ojos y pensar que ese es otro país. Podemos intentar escapar la realidad y caer en la negación, pero no: ese es el país que construimos, ese es el que tenemos.

Vivimos en un país donde hay niños que los sacan de la escuela para que no los alcance un tiro. Se supone que la teoría era al revés. Se supone que la educación los salvara, pero no es así, no en el país que vivimos. Vivimos en un país donde algunos tendrán que resignarse a eso porque no pueden tener algo mejor. Y no, no es que no quieren. Es que no podrán cambiarse de escuela, ni podrán mudarse de casa, ni podrán evitar ver la guerra que viven sus vecinos. Están destinados a aprender a sobrevivir, a batallar en un lugar donde aún impera la ley del más fuerte.

Y a ellos probablemente les exijamos que se hagan profesionales. Que echen pa'lante porque eso depende de uno. A ellos les diremos que dejen de vivir del cuento, y del gobierno, y de nosotros. A ellos les vamos a exigir que les guste estudiar y no deserten. A ellos les vamos a exigir que no se queden en la calle, que no agarren un arma, que no delincan, que no se maten en las calles. Les exigiremos porque creemos que nada de lo que vivieron en la niñez afecta. Les exigiremos igual que a los otros niños que nunca escucharon un tiro más allá de verlo en la televisión. Les pediremos que aspiren a lo más cuando la sociedad les dio lo menos.

Y no, no creo en el determinismo. No creo que porque seas de X o Y lugar vas a ser X o Y tipo de persona. Sé que todas las circunstancias pueden ser superables. Sé que se puede superar la adversidad. Sé que más de uno pensará, y me dirá: "tú saliste de ahí", "tú te superaste", "tú echaste pa'lante". El problema es que no podemos aspirar a tener un país que viva agarrándose de uno o dos que lograron "salir", lo que sea que eso signifique. No podemos aspirar a un país que mal forme una generación y que de diez salga uno que logre tener un mejor futuro. No podemos tener un país que dependa de que una golondrina haga verano.

Nos alegramos mirando al muchacho que "salió del caserío" y se hizo profesional, y se nos olvida que la mayor parte de los que se criaron con él no lo lograron. Muchos de mis amigos están presos o muertos. He vivido la desgracia de encontrarme amigos de mi niñez en la luz pidiéndome dinero. He sufrido la desgracia de saber que el chamaco con el que jugaba una cocinita lo mataron. He vivido la experiencia amarga de ver estudiantes morir por la misma situación.

Gracias a Dios muchos no les ha pasado esto, pero es grandemente injusto que sean tantos. Es injusto porque no le pasa igual a los que, por las razones que sean, tuvieron acceso a una mejor formación cuando pequeños. Es injusto porque no le pasa igual a los que tienen más recursos económicos. Eso se llama desigualdad. No podemos tener un país desigual donde las oportunidades dependen de cuánto se tenga en el bolsillo. No podemos tener un país donde el dinero sea determinante para una buena educación, para una vida en paz. No podemos tener un país donde un tiro te prive de un salón de clases.

Tristemente muchos de esos estudiantes de Sheila hoy tuvieron la educación del disparo. Hoy, después de pasar una noche de terror, fueron a la escuela para recibir una lección más de cómo cuidarse, de cómo sobrevivir. Y si no lo arreglamos pasarán muchas noches y días de esos. Y luego les exigiremos que den lo que nunca les dimos.
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